Cualquier usuario de gafas conoce el poder milagroso que posee una limpieza a fondo de cristales, ya sean los suyos, los cristales de las ventanas del vecino o los de su microscopio. Un acontecimiento capaz de devolver la luz y los colores de la creación a aquel individuo oculto en una espesa niebla producto de dos dedos de suciedad acumulada. Sin embargo, los métodos de limpieza de lentes más adecuados continúan siendo un misterio que cada cual resuelve a su manera. ¿Es mejor una limpieza con vapor y restregado de paño? ¿Conviene confiar en la áspera celulosa del papel higiénico y proceder a un aclarado en seco o se dañaría con ello la superficie de la gafa? ¿El agua y el jabón dejan residuos acumulados en zonas de difícil acceso como el espacio entre cristal y montura o el interior de las almohadillas de la nariz? ¿O somos tan inútiles a la hora de mantener la higiene que necesitamos de una máquina de limpieza por ultrasonidos?
Las gafas: ver o no ver, esa es la cuestión
Primero, como advertencia esencial: trate con cuidado sus lentes. El principal factor de envejecimiento y ensuciado de las gafas nace de la irresponsabilidad de su dueño. Por lo general, a uno le regalan en la óptica un estuche más o menos rígido donde guardar las gafas. Es el momento de usarlo. Unos anteojos se conservan mejor dentro del estuche que depositados al azar sobre la mesa del escritorio, abandonados entre los colchones del sofá o dejados justo al bordecito de la repisa del baño. Dejar sujetas las gafas en lo alto de la frente tampoco es una elección inteligente, pese a la imagen que pueda dar: desencaja el ancho de las patillas, por lo que de ahí en adelante se pasará media vida de incomodidades empujando la montura hacia la base de la nariz y, además, correrá el riesgo de realizar una búsqueda desesperada de sus gafas por toda la casa sin darse cuenta de que, en realidad, todavía las lleva puestas (aunque no en su sitio).
Por supuesto, ya que usted probablemente sea un temerario incurable que considera ofensivo destinar diez segundos a buscar dicho estuche y guardar en él sus carísimas gafas de diseño, al menos tenga la decencia de dejar apoyadas las gafas sobre sus patillas en vez de descansando directamente sobre los cristales. Lo agradecerá.
Bien, una vez que consideramos inevitable que los cristales de nuestras gafas se ensucien por un motivo u otro, cabe tener en cuenta una serie de procedimientos para asegurar una limpieza efectiva y segura de los mismos. A pesar de lo tentador que resulta introducir las lentes en el lavaplatos y aplicar un programa de lavado a alta temperatura, la mayoría de profesionales de la óptica aconsejan en cambio como opción más sensata el uso de un jabón no excesivamente cremoso y abundante agua a temperatura tibia, aplicada con un suave frotamiento de los dedos.
Después de eso, el secado debe realizarse con el material adecuado. Los propios estuches de gafas suelen venir acompañados de un paño específico de microfibra, ideado para que durante el aclarado no se adhieran pequeños filamentos textiles que más adelante puedan trabar la visibilidad del usuario. Procure, si puede, no limpiar las lentes de manera impulsiva con el reborde de su camiseta, con la corbata de ir a la oficina o con los bajos de la blusa. Tampoco es recomendable la aplicación de materiales químicos como la acetona o el vinagre, dado que perjudicarán la armazón de las lentes, corroyendo o decolorando su pintura.
El problema de las lentes de precisión: microscopios y telescopios astronómicos
Si la limpieza de unas gafas corrientes supone ya importantes quebraderos de cabeza, imaginen el pánico que puede generar ir a observar la reproducción de las mitocondrias en el microscopio o la alineación de Venus, Júpiter y Saturno en el telescopio del jardín y, en vez de eso, encontrarte las grasientas huellas dactilares de cualquier manazas desaprensivo.
A tenor de la fragilidad de los materiales con los que se construyen estas lentes de alta de precisión, huelga decir que el continuo desmontado y lavado de sus piezas puede tener efectos del todo contraproducentes en su mantenimiento. Sobre todo por las dificultades técnicas que implica despiezar la estructura del microscopio o del telescopio para separar la lente –aparte de los espejos interiores en el caso del segundo- y la imperiosa necesidad de contar para ello de una estancia libre de partículas de polvo o cualquier tipo de humedad. Por tanto, si no es usted un experto en la materia, deje el asunto en manos de especialistas.
Antes de proceder a la limpieza de los cristales se debe determinar el origen de la contaminación con el fin de evitar la generación de males mayores respecto a los que se pretenden solucionar y, además, contar con el equipamiento y los materiales adecuados para desempeñar dicha tarea. En primer lugar, si se trata de materia adherida en la lente, se debe eliminar cualquier tipo de partícula abrasiva que pudiera arañar la superficie del ocular. El soplado de nitrógeno comprimido seco es un método recomendable, así como las peras de caucho, más accesibles y comunes, pero menos eficientes que el tubo de gas comprimido. Es posible emplear cepillos y pinceles siempre que estos estén compuestos de pelo fino y suave, se encuentren perfectamente esterilizados y se les libre previamente de carga estática. Se han de aplicar con extrema delicadeza, sin ejercer apenas presión.
El algodón 100 % natural, en bolas o hisopos, son otro material de limpieza aconsejable. Por su parte, conviene impregnarlos con agua destilada para que puedan desplazarse por la superficie de la lente con fluidez, sin rayarla o dejar residuos a su paso. Aunque atención, el exceso de líquido podría penetrar a través del diseño del microscopio o el telescopio y dañar su mecanismo interno. Los movimientos de frotado deben ser cortos, y urge cambiar el algodón cada pocas repeticiones. No reutilice cada pieza por la cara donde ha sido sujetado con los dedos.
Si el problema de suciedad surge a causa de grasas y contaminantes –pestañas, huellas digitales-, el soplado cuidadoso y sin proyectar la humedad del aliento –agente generador de hongos y otros elementos biológicos-, los detergentes suaves (o incluso el champú de bebé con ph neutro), enjuagados posteriormente con agua destilada, suelen dar buenos resultados.
Profesional, muy profesional: limpieza por ultrasonidos
A nivel profesional, uno de los métodos de limpieza más frecuentes para las lentes de alta precisión (así como en otros sectores como la joyería, los equipos de laboratorio, el material médico, la electrónica, la telefonía, la ingeniería…) es el de la limpieza con ultrasonidos. Se trata de una técnica basada en la acción de ondas sonoras de muy alta frecuencia –es decir, superiores a los 20 kilohercios- que generan corrientes de ondas. La transmisión de estas series de vibraciones (entre 25.000 y 45.000 por segundo) a través del líquido del recipiente donde se sumerge la pieza a lavar, elimina mediante el microimpacto de las moléculas de agua generadas toda la suciedad existente en su superficie, con resultados de calidad microscópica. Gran parte del éxito corresponde por supuesto a la elección de la solución limpiadora adecuada, ni demasiado disuelta, ni agresiva en exceso.