Cuando la vejez es el inicio de una nueva vida

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Quizá encuentren raro el titular de este artículo. Quizá, a simple vista, no puedan comprender a qué se refiere. Pero les diré que no carece de sentido. Es más, ese titular, complementado con las palabras de este texto, arman una historia basada en hechos reales. Hechos que son envueltos por la actividad y el cariño de muchas personas.

El cariño, precisamente, es uno de los sentimientos que más necesitan los mayores de nosotros, jóvenes y adultos. Los ancianos son conscientes de la delicadeza de muchas de sus situaciones y de su fragilidad personal. Por eso nos necesitan. No solo para aliviar un dolor o para ayudarles en sus necesidades básicas, sino para ofrecerles de modo cortés y servicial todo el apoyo moral que seamos capaces de aglutinar.

Cariño y apoyo moral eran dos de los conceptos que más necesitaba mi madre cuando, hace dos años, comenzó a padecer problemas físicos que le impedían continuar viviendo sola. Había sido un año bastante duro tanto en el plano físico como en el moral: había sufrido varias caídas (su cadera había sufrido demasiados problemas a aquellas alturas) y además su marido, mi padre, había muerto unos meses antes a causa de un infarto cerebral.

La cosa se agravó aún más cuando nos empezamos a dar cuenta de que en mi casa apenas teníamos espacio para ella. Mi hermano y mi hermana se encontraban en una situación similar y el devenir de los acontecimientos solo arrojaba una posible solución: la de trasladar a la mujer a una residencia de ancianos. Una acción que a menudo recibe infundadas críticas pero que, gestionada de una manera coherente, se puede convertir en la mejor de las soluciones para nuestros mayores.

En nuestro caso, por suerte, fue así. Conscientes de la necesidad de un cambio en la vida de mi madre, mi hermana, mi hermano y yo comenzamos a llamar a diferentes residencias de ancianos para obtener información acerca de los servicios que les proporcionaban a los mayores, sus instalaciones y los precios de sus plazas. Tendríamos que ponderar qué valorábamos más de todos esos factores sin olvidarnos del resto para tomar nuestra decisión.

Decantarnos nos resultó fácil en cuanto contactamos con Sanvital, una residencia situada en la calle Rosalía de Castro de Madrid y que proporcionaría los mejores servicios sanitarios, diferentes actividades relacionadas con el envejecimiento activo y servicios de restauración y de ocio a uno de los mejores precios de los que teníamos sobre la mesa.

Mi madre, encantada en un lugar así

Decidimos proponerle a nuestra madre Sanvital como su nueva vivienda y la verdad es que su primera reacción fue realmente positiva. Ella también había estado al tanto de los datos que íbamos recabando y suspiró aliviada en cuanto le mencionamos el nombre de dicha residencia puesto que era su primera opción. No había nada más que pensar. La comodidad y la felicidad de nuestra madre pasaban a estar en manos de los profesionales de Sanvital. Podíamos estar tranquilos.

Desde entonces la mujer ha experimentado un cambio en cuanto a calidad de vida brutal. Tiene a médicos y enfermeras que están las veinticuatro horas del día pendientes de ella y de cualquier cosa que le haga falta, realiza actividades que le permiten mantener despierta su mente, su imaginación y su creatividad, se socializa con muchos de los residentes, que han pasado a ser ya como de la familia… En definitiva, Sanvital se ha convertido en mucho más que un hogar para ella.

Nos enorgullecemos y sobre todo nos contenta el poder decir que nuestra madre es feliz y que ha recuperado esas ganas de vivir que perdió hace ya dos años. Ha superado el cúmulo de desgracias que entonces le planteó la vida y ahora mira hacia el futuro con ilusión y con la tranquilidad de saber que, para cualquier cosa, está perfectamente atendida. Físicamente también ha mejorado y gracias a ello puede disfrutar de agradables paseos durante las noches de verano. Un verdadero lujo que ejemplifica cómo de gratificante es su nueva vida.

 

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